lunes, 15 de mayo de 2017

Historia de San Torcuato, primer Obispo de Europa de los Siete Varones Apostólicos













Para entender mejor la historia de los Siete Varones Apostólicos, nos remontamos unos años atrás cuando el Apóstol Santiago, conocido también como Santiago el Mayor o “el del Zebedeo”, y hermano de San Juan Evangelista, uno de los “boanerges” o “hijos del trueno”, como los llamaba Jesús por su vehemente carácter, viene a Hispania a Evangelizar, consiguiendo convertir tan sólo a nueve gentiles, llamados Atanasio, Teodoro, Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio, en tierras del norte de España, situando este hecho quizás en tierras gallegas o asturianas. Entendiendo por sus nombres que los recién convertidos salvo alguno, eran de familia romana. Sobre el año 40, no dando más fruto su deseo de expansión de la buena nueva de Jesucristo, desesperado y estando a orillas del río Ebro en Zaragoza y en compañía de estos nueve discípulos orando a Dios, se le apareció “en carne mortal” la Santísima Virgen al grupo sobre una columna de jaspe, sobre el famoso “pilar” que ha dado nombre a su advocación como “la Virgen del Pilar”, dándole ánimos para que perseveraran pese al aparente fracaso evangelizador, y le dijo a Santiago que lo que él no había logrado lo lograrían sus discípulos. La Virgen le indicó que edificara un templo en su honor, siendo el primero en erigirse en el mundo en vida de la Reina de los Ángeles, llamada así porque fue trasladada por ángeles desde Jerusalén en carne y hueso. Tras iniciar su construcción dejó en el encargo y cuidado a Atanasio y Teodoro, llevando consigo al resto de sus discípulos a Jerusalén. En este tiempo tendría lugar la dormición o tránsito y asunción de la Virgen, por lo que Santiago y sus discípulos recibirían antes de este suceso la bendición de la Santísima Virgen, ya que para el tránsito de Nuestra Señora los Apóstoles permanecieron todos juntos, con lo que Santiago ya se encontraría de nuevo con sus discípulos en Jerusalén. Mientras durante el viaje, Santiago seguiría su tarea evangelizadora y tras la conversión de algunos judíos, en particular la de Hermógenes, se presentó la población judía ante Santiago y sus siete discípulos, y alborotada, les increparon y trataron de impedir que siguieran predicando la doctrina de Cristo. Santiago, recurriendo a las Escrituras, les demostró como en Jesús se habían cumplido todas las profecías que en ella se contenían acerca del nacimiento y sacrificio del Mesías, y probó estas verdades con tal claridad que muchos de los judíos se convirtieron. Esto provocó tan enorme indignación en Abiatar, a quien correspondía el ejercicio del pontificado aquel año, que sublevó al pueblo contra el apóstol. Algunos de los amotinados lograron apoderarse de él y lo condujeron en presencia de Herodes Agripa y consiguieron que éste lo condenara a muerte siendo decapitado, pasando a ser el primer mártir de los Apóstoles. No se pudo enterrar sus restos ya que fueron echados fuera de la ciudad para que las alimañas se lo comieran. Sus discípulos encabezados por San Torcuato, por ser al parecer el primero que convirtió Santiago y por ser el de mayor edad, se hicieron con su cuerpo y cabeza y milagrosamente embarcaron llegando en poco tiempo de nuevo a Hispania para enterrar a Santiago. No sin antes pasar por grandes sufrimientos y calamidades, lograron por fin dar sepultura al Apóstol Santiago. Quedaron en custodia de su sepultura los discípulos que se habían quedado en Zaragoza y que tras estos años de ausencia de Santiago en España habían regresado a Galicia, Atanasio y Teodoro. Parece que Santiago ordenó se le enterrase en tierras gallegas, quizás por el afán de llevar la fe de Cristo hasta los confines de la Tierra, y hasta ese momento se consideraba a Finisterre como el fin del mundo.

Los sietes discípulos de Santiago viajan hasta Roma donde son ordenados Obispos por San Pedro y San Pablo, y los mandan de nuevo volver a Hispania ya siendo prelados por conocer el terreno y costumbres de los gentiles para intentar implantar el cristianismo de una vez en la Península Ibérica, y ya como los Siete Varones Apostólicos.

En el siglo I la colonia romana "Julia Gemela Acci", era uno de los centros religiosos paganos más importantes de occidente, a este lugar, según la tradición, los Apóstoles San Pedro y San Pablo enviaron a San Torcuato y a seis compañeros: San Segundo, San Indalecio, San Tesifonte, San Eufrasio, San Cecilio y San Hesiquio, para predicar el cristianismo y evangelizar la zona. El Papa Juan Pablo II en su primer viaje a España del año 1982 pronunció las siguientes palabras refiriéndose a España: “...fue conquistada para la fe por el afán misionero de los Siete Varones Apostólicos”.

Llegaron tras su desembarco a Abdera (Adra) y entraron tierra adentro hasta las proximidades de ACCI (Guadix) en la segundad mitad del siglo I. Fatigados por el camino deciden descansar en un fresco y apacible valle, mandando a algunos de ellos a por alimentos a la ciudad, y se encontraron que los accitanos estaban rindiendo unas celebraciones en honor de los dioses Júpiter, Mercurio y Juno. Los paganos al verlos que vestían de forma diferente y que tenían otra religión le hicieron ver que su presencia no era de su agrado. Los compañeros de San Torcuato que se habían acercado a la ciudad volvieron donde se habían parado a descansar, en busca de éste y los demás Varones Apostólicos. Los gentiles les siguieron y los persiguieron para acabar con sus vidas hasta el río, pero nada más cruzar el puente los Siete Varones Apostólicos, se derrumbó milagrosamente, hundiéndose los paganos y los siete hombres se salvaron, y dieron gracias a Dios. La población autóctona encabezada por la matrona romana Luparia quedó horrorizada y pasó del odio al respeto por los forasteros. Dicha Senatriz Luparia los llamó y pidió verlos. Poco después se convirtió a la fe cristiana y fue bautizada en un altar dedicado a San Juan Bautista, que el propio San Torcuato le mandó que construyera para poder ser bautizada. A Santa Luparia le siguieron muchos paganos. A partir de aquellos momentos, San Torcuato fundó el primer obispado de la península ibérica.

Al parecer en su huida durante la persecución se dirigieron hacia las cercanías de la población de Lopera que está situada cerca del río Fardes. A lo largo de los siglos se ha considerado como un cortijo. Los historiadores nos dicen que el nombre de esta localidad tiene su origen en una villa romana del Bajo Imperio, su nombre deriva del latín lupus, que se traduce como lobo, y que el nombre proviene de algún miembro de la ilustre familia romana de los Lupos. A esta familia pertenecía Santa Luparia que pasó a la historia como la primera persona que San Torcuato convirtió en nuestra comarca, la accitania.
Siendo pues este templo, dedicado a San Juan Bautista, el segundo de España, tras el erigido en Zaragoza por Santiago. Y convirtiéndose Guadix en la primera ciudad convertida al cristianismo y por tanto la Primera Sede Episcopal española.

San Torcuato como fundador, y el más importante y más anciano de los Varones Apostólicos ocupó la sede de ACCI, enviando a los demás compañeros a ciudades próximas del territorio hispano para que siguieran su tarea evangelizadora. San Tesifonte marcha a Vergi, San Segundo a Abula, San Indalecio a Urci, San Cecilio a Iliberis, San Hesiquio a Carteia y San Eufrasio a Illiturgi. Además de predicar en estos lugares que también se convirtieron en sedes de los diferentes obispos, predicaron en otros muchos lugares expandiendo el amor de Jesucristo. San Torcuato y sus compañeros edificaron y dedicaron las primeras Iglesias de España.

San Torcuato es comparado con San Juan Evangelista en cuanto a su estado de vejez, cuando sus discípulos de uno y otro tienen que llevarlos en sus brazos para que con voz de ancianidad y sabiduría dijeran que se amaran los unos a los otros.
San Torcuato al igual que sus seis compañeros con el tiempo fueron objeto de las persecuciones imperiales, siendo martirizados por seguir a Cristo. Hechos que en lugar de suprimir la gran obra realizada por los Siete Varones Apostólicos, propagó aún más la fe cristiana.

En el caso de San Torcuato, refugiado en un lugar cercano a Guadix, fue donde encontró muerte. Quizás producto del clima hostil hacia su persona en la Colonia ACCI, fue por eso que buscó cobijo en este territorio, unos dicen que propiedad también de Santa Luparia. Lo cierto es que en ese asentamiento existen restos anteriores incluso a la época romana, por lo que no es de extrañar que durante algún tiempo el anciano San Torcuato viviera en aquel lugar, que finalmente sería su sepultura.
Sin saber el año exacto, San Torcuato fue coronado por el martirio. No se sabe cómo sucedió su muerte, pero siglos después se encontró un golpe en su cráneo. Su cuerpo fue sepultado por sus seguidores, y junto a él se plantó un olivo, o quizás se enterró donde el propio San Torcuato plantara un olivo, o incluso que junto a ese olivo, sucediera allí mismo su muerte. El olivo, que ha llegado hasta nosotros, pareció ser milagroso, ya que florecía en las Vísperas de la Fiesta de San Torcuato y maduraba sus frutos de inmediato, con lo que su aceite era utilizado para las lámparas que se encendían en su honor. Dicho aceite servía para curar enfermedades y sanaba milagrosamente. De su tumba salía una gran luz hacia el cielo y se veía muy clara desde lejos. Por eso este Sagrado lugar recibió el nombre de Face-Retama, que significa luz sobre las retamas, por ser este lugar abundante en dicha planta.

Con el tiempo se construyó una Ermita-Sepulcro donde acudían tanto los convertidos como los gentiles, atraídos por el milagro del Sagrado Olivo. A partir del siglo VIII los árabes entran en España, y los cristianos hijos de San Torcuato para que su cuerpo no sea profanado, trasladan sus restos al norte peninsular, que estaba a salvo de las manos musulmanas y llegan hasta Galicia y los depositan en un sarcófago dentro de la Iglesia que fue construida en el siglo VII, que formaba parte de un convento dedicado a Santa Comba. Desde ese momento Santa Comba de Bande en Ourense se convirtió en el nuevo Sepulcro de San Torcuato. Allí estuvo por el tiempo de más de doscientos cincuenta años, hasta que fueron trasladados a Celanova por San Rosendo. De esa manera se divulgó su veneración por todo el norte de España.

San Rosendo nació el 26 de noviembre del año 907, hijo del conde Gutierre Menéndez e Ilduara Eiriz. Fue obispo de San Martiño de Mondoñedo (Foz) e Iria (Santiago de Compostela). Fundó el Monasterio de Celanova en Ourense, donde fallecería el 1 de marzo del 977. Desde el primer momento le animó a llevar adelante esta fundación su madre, la cual, al quedar viuda, ingresó en la vida religiosa. Fue Ilduara una mujer virtuosa y santa, cuyo nombre figura en el Santoral de la Iglesia. Se celebra su fiesta el 20 de diciembre. Esta abadía fue centro de referencia para más de cincuenta monasterios y prioratos de toda España. Nombrado obispo lo primero que quiso y pidió al Señor para su Iglesia fue la paz. Para conseguirla, comenzó a reconstruir los monasterios e iglesias que lo precisaban. Con esto aquietó y conquistó a los abades de toda Galicia, que era, por aquel tiempo, gran parte de la nobleza gallega. Sufrió mucho ante los abusos del fenómeno de la esclavitud, que todavía se daba entre muchos señores que se tenían por cristianos y entre los mismos obispos. Trabajó duro por su abolición, comenzando por su propia casa, dando la libertad a sus siervos y aconsejándoles a los nobles que hiciesen lo mismo. Se convirtió así en la esperanza de todos aquellos que buscaban la libertad. Habiendo renunciado como obispo de Mondoñedo para retirarse al monasterio que había fundado en Celanova y estando feliz en su vida monacal, el rey de León, Ordoño III, le nombra virrey de Galicia cuyas tierras, que en aquel momento pertenecían al reino de León, había que defender, en las fronteras terrestres, frente a los árabes y, en las marítimas, frente a los normandos (vikingos). En el año 968 éstos invadieron Galicia, saqueando y destruyendo cuanto hallaban a su paso. El virrey Rosendo fue reuniendo y armando tropas que puso a las órdenes del valeroso conde Don Gonzalo, quien venció a los invasores y los expulsó de Galicia. Hallándose vacante la sede iriense-compostelana, se llama a San Rosendo para que se haga cargo de la misma. El nombramiento fue recibido con gran regocijo por el clero y el pueblo al que acababa de liberar del peligro. No le apetecía a San Rosendo la encomienda pero ante la aclamación popular termina aceptando, si bien solo como Obispo Administrador Diocesano, hasta que se encuentre un obispo titular. Se retira definitivamente a Celanova donde murió y fue sepultado. Beatificado por el cardenal Jacinto, legado pontificio en España, en 1172. El mismo cardenal, ya Papa con el nombre de Celestino III, lo canonizó más tarde.

San Rosendo, movido por su devoción hacia San Torcuato, debido a que las tierras de Santa Comba pertenecían a su familia al igual que muchas tierras de su alrededor, tuvo que pasar mucho tiempo orando ante el primero de los Varones Apostólicos, y bien llevado por su devoción y también por engrandecer el Monasterio que había fundado con presencia de un hombre santo, trasladó el Cuerpo de San Torcuato hasta el Monasterio. Más tarde ya en el siglo XII, de nuevo se trasladó el cuerpo de San Torcuato, pero esta vez dentro del propio Monasterio de Celanova para ubicar juntos los sepulcros de San Torcuato y el del propio San Rosendo.

La devoción y el cariño hacia el Santo, quedó en el corazón de los accitanos mozárabes. Cuando llegaron los Reyes Católicos a nuestras tierras en 1489, se constata que había bastantes pobladores autóctonos con el nombre de Torcuato, nombre que prohíben en un principio los cristianos reconquistadores al creer procedente del árabe, pero pocos años después rectifican, al conocer que provenía de los primeros tiempos del cristianismo.

Tras la Reconquista, y tras varios intentos en 1592, se consigue que se cedan algunas reliquias de San Torcuato. Al abrir el sepulcro para examinar antes su cuerpo y ver cual serían las reliquias que se cederían a la ciudad de Guadix, comprobaron que su sagrado cuerpo estaba envuelto en una sábana de lienzo grueso, a modo de mortaja, y vieron en su cabeza un golpe o herida, en el que estaba pegada con la misma sangre seca un trozo de venda. Reconocieron que el corazón de San Torcuato permanecía entero aunque seco, sin corrupción alguna. Al día siguiente y en una celebración religiosa fueron mostrados a los fieles sus restos por el Abad del Monasterio causando gran admiración entre los fieles de Celanova. Sacó dos canillas del brazo, dos huesos de los dedos, una costilla y algunos trozos del lienzo que lo envolvían y los guardó dentro de un arca pequeña en el relicario de la sacristía. De nuevo al día siguiente ya 28 de octubre, y tras una solemne Misa, traen el arca del relicario y la ponen en el Altar Mayor, y sacan de ella una canilla del brazo, un hueso del dedo y los pedazos del lienzo, que son entregados al Arcipreste de Guadix D. Francisco Rubio Dávila que los puso en una arquita de ébano y recubierta de plata para entregarlos a la Santa Iglesia de Guadix. Emprendió su viaje de regreso a Guadix y llegó con las Santas Reliquias el 27 de febrero de 1593 a las afueras de la ciudad accitana y las depositó en la Ermita de San Lázaro.

Tras su llegada a Guadix el Obispo las enseñó a los presentes para que las veneraran encendiendo muchas luces en su honor. Esa noche quedaron en custodia de algunos eclesiásticos, ya que al día siguiente serían trasladadas y recibidas en la Catedral. El domingo 28 de febrero salieron en procesión a las nueve de la mañana el Cabildo Eclesiástico y Secular, todo el Clero, las Cruces de las parroquias del Obispado, las Cofradías con sus Insignias, los pendones de los oficios, muchas danzas, música y soldados. Una vez llegada la comitiva a la Ermita de San Lázaro, el Prelado extrajo la canilla y el hueso, que pertenecen al brazo derecho de San Torcuato y las colocó en el hueco de un brazo sobredorado labrado con primor realizado expresamente para la ocasión, poniéndose este en unas andas con cuatro columnas de plata, comenzando la procesión con gran entusiasmo y alegría, viniendo por el camino de Granada hasta la puerta de BaÇamarín que tras su paso por ella se llamó desde entonces Puerta de San Torcuato. En el camino se alzaron tres Altares ricamente adornados y engalanados, entrando la procesión en la Santa Catedral a las cuatro de la tarde. Ya el lunes 29 de febrero se celebró Misa Pontifical de San Torcuato con procesión claustral, y a la semana siguiente se dio a adorar el Santo Brazo. En octubre de ese año de 1593 se colocó la Reliquia en el Altar Mayor, al lado del Evangelio en un nicho de mármol con reja dorada.

En 1600 entra en funcionamiento el Colegio de la Compañía de Jesús en Guadix y es puesto bajo la advocación de San Torcuato. En 1601 dicho colegio consigue la reliquia de la quijada o mandíbula de San Torcuato, siendo extraída de la cabeza de San Torcuato que se encontraba en un relicario de plata en el Monasterio de San Salvador de Celanova separado de su cuerpo que se mantenía aparte. Habiendo realizados las gestiones pertinentes, aunque al parecer el Abad de Celanova de la Orden de San Benito parece no actuó del todo bien, pues según se desprende de los escritos estaba prohibido por sus constituciones bajo pena de excomunión que se diera ningún hueso del Glorioso San Torcuato, por lo que el General de la Orden lo tenía en suspenso y pide al rector de la Compañía de Jesús en Guadix que reciba al Prior de Celanova Fray Antonio de Cárdenas para que dé testimonio de lo ocurrido y por ser testigo de la entrega de las Reliquias en Celanova a Juan de Mosquera enviado por la Compañía desde Guadix para recibirlas. En 1603 Fray Antonio de Cárdenas estando en Guadix certificó que era la auténtica que él mismo había visto y sacado con sus manos de la cabeza de San Torcuato. Explicando a continuación que en 1600 se pasó el cuerpo del arca de piedra a un arca de plata y ricos esmaltes, y que aún se conservaban unos granos de mijo, que según el testamento de San Rosendo, él mismo pudo observar cuando trasladó su cuerpo desde Santa Comba a Celanova muchos siglos atrás, ya que dejó como herencia San Rosendo, además de muchas joyas de gran valor, la más preciada, el cuerpo del Glorioso Mártir y Obispo discípulo de Cristo San Torcuato. El efecto que produjo la reliquia en Guadix fue beneficioso, produciéndose algunos sucesos milagrosos. Era tanta la devoción de la gente que una pequeña reliquia suya que estaba en un relicario que se llevaba a los enfermos, iba de mano en mano por la ciudad y nunca regresaba a la Compañía.

En 1603 el Obispo Juan de Fonseca nombra Patrón de la Ciudad y de la Diócesis a San Torcuato por auto de 12 de junio. En los años sucesivos se hacen procesiones de rogativas y votos al Santo por sequias, plagas, y otras calamidades. Asimismo se siguen celebrando la procesión con la imagen de San Torcuato y la reliquia de su brazo cada 15 de mayo. Día de su festividad y la de los Varones Apostólicos, bien por ser el día que entraron en la ciudad de ACCI a predicar, bien por ser el día de la conversión y bautismo de Santa Luparia, o bien por ser el día del martirio de San Torcuato. Día señalado en los calendarios y ritos antiguos de las Iglesias de España.

En 1627 la reliquia del hueso del dedo de San Torcuato es dada a la Abadía del Sacromonte de Granada a cambio de otras reliquias en forma de cenizas de San Cecilio y los santos mártires.
Se sigue potenciando el Santuario de Face-Retama, donde fue martirizado y sepultado San Torcuato. Este lugar no pasó al olvido puesto que incluso en tiempo de la invasión árabe se tenía como un lugar sagrado, debido a los prodigios del olivo milagroso. En 1635 se construye la Hospedería para el servicio de los peregrinos que hasta allí llegaban.

En 1677 hubo un incendio en el Convento de la Inmaculada Concepción de Guadix siendo sus llamas tan voraces que el Obispo Fray Clemente Álvarez, llevó entre otras reliquias de la Catedral el brazo de San Torcuato para intentar reducirlas.

En 1776 el que fuera obispo de Guadix D. Francisco Alejandro Bocanegra y Gibaja, siendo arzobispo de Santiago de Compostela manda una carta al Cabildo catedralicio de Guadix, expresando que con devoción hizo una visita al Monasterio de Celanova acompañado del Obispo de Ourense para adorar y rezar ante San Torcuato, viendo como sentía tal admiración por el Patrón tras ver su cabeza, ya que el resto de su cuerpo no lo pudo ver por encontrarse en una urna bien cerrada para que no se abriera bajo pena de excomunión y no se sacaran más reliquias, le hicieron entrega de una reliquia de un dedo de San Torcuato, ya que existían algunas fuera de dicha arca en otro lugar para tal efecto, que puso en su oratorio, pidiendo protección y perdón por sus defectos como indigno sucesor de San Torcuato durante los quince años que estuvo en el obispado de Guadix.

En 1857 el obispo Antonio Rafael Domínguez y Valdecañas realiza gestiones para traer nuevas reliquias de San Torcuato que no dieron fruto. D. Luis Iglesias, Catedrático de Biología de la Universidad de Santiago y D. Celso Fernández, médico titular de Celanova, examinaron las reliquias de San Torcuato el 16 de julio de 1946 con motivo de la extracción de un fragmento óseo para la Catedral de Guadix y afirmaron que todas las piezas eran de un mismo esqueleto. El 15 de mayo, onomástica de San Torcuato, es un día de fiesta en el que la gente atraída por la veneración al Santo y al Olivo Sagrado, peregrina en romería a Face Retama, anejo de Guadix, hoy despoblado y situado en un paraje, encrucijada de caminos, cuyos habitantes llamados “cateros”, tuvieron que abandonar buscando mejores condiciones de vida. La romería discurre por los campos donde antes sembraban cereales, subiendo a una pequeña loma, la imagen mira hacia los caminos para interceder ante Dios, rogando la preciada lluvia para que las cosechas sean fructíferas y se proteja a toda la diócesis. Después se dirigen hacia las cuevas que antaño estuvieron habitadas, para terminar finalmente en el camino a Fonelas donde se da la vuelta para regresar a la Ermita-Sepulcro entre vítores de ¡Viva San Torcuato!. Cuentan los mayores que en otros tiempos acudían gente del Marquesado, Guadix, Benalúa y Fonelas a "velar al Santo". Las noches se animaban con bailes y canciones de corro: el fandango, la guajira, el juego remolino. Toda la era se llenaba de gente vestida de aldeana el traje típico de la zona. En la actualidad los accitanos van en peregrinación el sábado antes del 15 de mayo, con misa y procesión con la imagen de San Torcuato alumbrado con antorchas recorriendo las inmediaciones del Santuario de Face Retama. Los “cateros” y descendientes de aquellas últimas familias que habitaron la zona los siguen festejando el día 15 de mayo, celebrándose de nuevo Santa Misa y procesión con San Torcuato, acompañado esta vez por la Imagen de la Virgen de Fátima que también se encuentra en la Ermita. Por su parte los accitanos festejan el día del Patrón de Guadix y de toda su Diócesis con Solemne Misa Pontifical en la S. A. I. Catedral de Guadix y procesión con la imagen de San Torcuato y la Reliquia del Santo Brazo. En 2012 y tras bastantes años sin estar al culto la Reliquia del hueso Calcáneo es colocada en el frontal del paso de San Torcuato para ser también procesionada. La procesión discurre acompañada por Autoridades Religiosas y Civiles, así como de representaciones de Hermandades y Cofradías de la ciudad, accitanos y accitanas vestidas de aldeanos y aldeanas, y fieles y devotos en general. La Sagrada Reliquia de su Mandíbula se da a besar a los fieles y devotos durante los días de la celebración del Solemne Quinario que se celebra en honor de San Torcuato y también se traslada a la Ermita-Sepulcro de Face Retama para presidir la Eucaristía del sábado anterior al día de su fiesta. En esos días el Santo Brazo preside las celebraciones litúrgicas en el tabernáculo del Altar Mayor de la Catedral. Durante todo el año se encuentran en el Museo de la Catedral todas las reliquias, incluidas desde 2012 la del hueso calcáneo hasta ese momento ubicada en la Sacristía. Es costumbre abrir el balcón de la Puerta o Arco de San Torcuato y engalanar su interior los días previos a la Festividad de San Torcuato y tras su celebración volver a cerrar el mismo.


1 Comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante e instructivo este artículo.
GRACIAS


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