jueves, 16 de junio de 2016

Reflexión de Juan Antonio Díaz, "Caridad y amor: un romance de cine"

Partiendo de la iniciativa de las personas que dirigen la confección, redacción, elaboración y publicación de la Revista de Cáritas-Baza, me hacen un ofrecimiento que, evidentemente, no puedo rechazar: me invitan a reflexionar y compartir con todos ustedes –mis queridos lectores− la idea de caridad. Sin lugar a dudas, una tarea ardua y compleja de abordar, pero a la vez, ¡apasionante!


Revisando las páginas, que ya están amarillentas, húmedas y desprenden un olor especial, de mi viejo catecismo escolar que tan gratos recuerdos trae a mi mente, puedo leer la definición de caridad y su clasificación como una de las tres virtudes teologales. Todavía recuerdo cuando mi maestro de Religión nos hacía memorizar las obras de misericordia, las virtudes: teologales y cardinales, los pecados capitales y veniales… ¡Cuánto ha cambiado la educación y la enseñanza hoy en día! a Dios gracias.

Por supuesto, las reflexiones que hoy pienso compartir con ustedes pretender ser mucho más profundas y sesudas. Antes de nada, y a modo de prolegómeno, sería conveniente ofrecer las dos primeras acepciones que del significado de esta palabra nos da el diccionario de la RAE: “Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. Limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados”. Estas dos primeras definiciones nos pueden ayudar muy y mucho para hacernos una primera idea de lo que es la caridad. Sin embargo, como no puede ser de otra manera y ocurre con todo concepto, para alcanzar a comprender su propio significado debemos de ir siempre más allá de su mera definición.

Pienso enérgicamente que la caridad nace en las más profundas entrañas del amor cristiano, como en los propios textos del Nuevo Testamento queda reflejado: “Ese amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia (…) no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad.” (1Co 13, 4.6). Y es que no hay nada más grande en nuestras vidas que el amor, por ello a Dios siempre lo llamamos el Amor de los amores, y es que no conozco una definición más bonita, significativa y a la vez hermosa del amor que esa. Ya durante el Concilio Vaticano II (1962-65), se dijo sobre la caridad que es el alma de la santidad a la que todos estamos llamados: “dirige todos los medios de santificación, los informa y los lleva a su fin.” (LG 42).

Del mismo modo nos encontramos a la caridad como claro modelo de expiación y perdón de los pecados: “Tened ardiente caridad unos por otros, porque la caridad cubrirá la multitud de los pecados.” (1Pe 4, 8). En este sentido hemos de decir que no debemos de utilizar la caridad como penitencia impuesta para el perdón de nuestras faltas, sino que la caridad, como hemos dicho anteriormente, ha de ser fruto del más puro amor al prójimo.

La caridad también es un instrumento de fe, de nuestra “fe que se hace activa por la caridad” (Ga 5, 6). Es más que lógico pensar que la caridad sea una manifestación pública de nuestra fe como nos pone de manifiesto, de una manera muy acertada, el papa Francisco: “El diálogo entre Dios y su pueblo afianza más la alianza y estrecha el vínculo de la caridad.” (EG 143).

No obstante, la caridad es un concepto que está presente en muchos más ámbitos que el teológico o el filosófico. Como muy bien trató este asunto el papa emérito Benedicto XVI: “La caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas.” (CV 642).

La Política y la Religión son dos factores que siempre han ido de la mano, a la paz y en comunión. A priori, puede parecer extraño que estas dos palabras puedan estar estrechamente relacionadas, pero en la unión de la caridad y la política encontramos la caridad política, que “no se trata solo ni principalmente de suplir deficiencias de la justicia, aunque en ocasiones sea necesario hacerlo. Ni mucho menos se trata de encubrir con una supuesta caridad las injusticias de un orden establecido y asentado en profundas raíces de dominación o explotación. Se trata más bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, a favor de un mundo más justo y más fraterno, con especial atención a las necesidades de los más pobres” (CEE 61)

A modo de única conclusión, podemos ver que la caridad está presente en nuestras vidas porque es fruto del amor. Así lo hemos querido poner de manifiesto en este artículo y esperamos haberlo conseguido.


*Abreviaturas:
RAE: Real Academia Española.
CEE: Conferencia Episcopal Española. “Los católicos en la vida pública”, 61.
LG: Lumen Gentium. Constitución dogmática sobre la Iglesia. Concilio Vaticano II.
EG: FRANCISCO, Exhortación apos., Evangelli Gaudium, Roma, 2013.
CV: BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate, Roma, 2006.

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