jueves, 18 de abril de 2019

Texto del pregón oficial de la Semana Santa 2019: "Jueves Santo" por Juan Antonio Díaz Sánchez



He querido comenzar con estas palabras del fundador de la Orden de Predicadores, Santo Domingo de Guzmán, porque fue precisamente en la iglesia conventual que estos poseían en Baza, bajo la advocación de Santa Bárbara, patrona de esta ciudad, donde se albergaba la primera imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.


Pasaron los años
y los devenires de la historia de Baza
la misma que don Luis Magaña nos narrara
sobre tiempos pretéritos de antaño.

Pues a Ti, Nazareno,
“Cristo del Chorro” 
comenzaron a llamarte los bastetanos.
Pasada nuestra fratricida contienda
a las calles de Baza renaciste
de la gubia de Sánchez Mesa.
Quisiste en el Señor de Baza convertirte
y como mi querida amiga Teresa dijera:
“El que quiera entender, que entienda”.
Y así lo entendiera nuestro hermano 
que ya está en el cielo, junto al Nazareno,
alentándonos desde la celestial trabajadera 
reza por nosotros, Ismael Valero.

Cátedra instituida en la bastetana costalería, pues nadie lo procesiona mejor que vosotros, bajo la trabajadera granadina. Un muy buen amigo mío, una vez me dijo: “Ser costalero es como aprender a andar por segunda vez” (Juan Jesús López-Guadalupe Muñoz)

Por eso, Padre mío,
yo a ir bajo tu trabajadera aspiro.
Necesito aprender a andar de nuevo,
para caminar por un nuevo camino
porque como dijera el célebre poeta:

“…caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.”
(Antonio Machado)

Quiero volver a caminar
para ayudarte con la cruz
su peso a soportar.
Como si de un nuevo cirineo
se tratase, así quiero ver mi rostro
cuando vea en el agua su reflejo
puesto que de la naturaleza
es su espejo.

Quiero recorrer ese Vía Crucis,
esa senda de oración y penitencia,
en la que se tornan las calles de Baza.
Ayudarte a levantar
la cruz por la cual Tú nos redimieras,
en cada una de tus caídas,
aunque yo también a plomo cayera.

Quiero caminar junto a Ti,
hasta alcanzar ese “Gólgota”
en que se convierte la Plaza Mayor.

Quiero ver como tan sólo con tu mirada
consuelas a Dimas el buen ladrón.

Quiero ver como a un reo,
arrepentido de su craso error,
le concedes de su cárcel la liberación.

Quiero ver como a Baza,
con tu mirada de terciopelo y compasión
y esa melena morena 
que tu divina cara traza,
le das tu bendición.

Sin embargo, todavía, a estas alturas de la vida, sigo precisando el “ver para creer” del apóstol Tomás. Ojalá, poco a poco, paulatinamente, día a día, mi fe vaya creciendo hasta alcanzar las palabras del Evangelio de San Juan: “Dichosos los que creen sin haber visto.” (Jn 20, 29)


Después de todo lo vivido en esta Semana Mayor, que está aún por llegar en este año de Gracia de Nuestro Señor, de una cosa sí podemos estar absolutamente seguros y convencidos, y es que, como reza nuestro Credo, Cristo: “…fue crucificado, muerto  y sepultado. Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso…”

Con esta firme creencia,
que es nuestra profesión de fe,
como reza nuestro Credo Católico
Cristo Nuestro Señor, resucitó.

Y su Resurrección es la Victoria a la muerte.
Y Victoria es Nuestra Madre,
que en sus misterios dolorosos
como son su pena y dolor,
aguarda el momento pacientemente
de la Resurrección.

Al igual de paciente la espera se hace
para poder procesionar por las calles
acompañando a su Hijo, Jesús Nazareno
y que el Vía Crucis no se haga eterno.

Quizás, la Virgen de la Victoria
sea la más andaluza de Baza,
pues fue el día de nuestra tierra, Andalucía,
mientras el sol más brillaba cuando amanecía.
El mitrado accitano la bendecía,
ante la atenta mirada de un pueblo devoto y fiel
que a la Misa de Bendición asistía
para ser partícipes y testigos de lo que allí acontecía
y darte a ti, Victoria, a Baza la bienvenida.

Y, pasados ya de aquello varios años,
ojalá podamos verte en la calle,
bajo palio y entre varales
con jarrones de flores 
y candelería de amores,
que van consumiéndose en la cera
que alumbra la senda 
de los corazones y la trabajadera. 

Virgen de la Victoria,
Reina de Andalucía,
eres la estrella que nos guía
por el vía crucis de la vida.

Virgen de la Victoria,
Reina de Andalucía,
no nos desampares 
ni de noche ni de día.
Acurruca a tu pueblo
bajo tu manto de cielo,
en tu casa de hermandad
y en la iglesia de San Juan,
que es nuestro mejor consuelo.



Sueñas en un lecho de lirios
morado de terciopelo e hilo.
Sueños de amor ciego,
luz en la tiniebla,
entregados al destierro,
norte de claridad entre la niebla.

Por los ríos del corazón avanzan
los sueños en las barcas.
Reman sin astrolabio ni vigía
siguiendo a la estrella
como lo hace una cofradía
a su bendita Cruz de Guía.

En tus ojos que despiertan al día,
al compás de los trinos del jilguero,
amanece una luz de centeno,
como el trigo en la nieve
y las lágrimas de un nazareno.

Oído ya tenéis puesto
para escuchar las órdenes 
del capataz vuestro.
Éste hace la emotiva llamada
y unas lágrimas se escapan
de los ojos del costalero
porque oye el nombre de su hermano
en esta primera ‘levantá’ al cielo
va por ti, Raúl Soriano.

Baza en estos días de Semana Santa se convierte en un sobrio paso de misterio y otro de palio, sus barrios son cada uno de sus varales por costero; su cielo estrellado, el techo de un precioso paso de palio; sus estrellas son el manto de una dolorosa; y sus luces, llamas que arden en los pabilos de cera, que se consumen en la candelería de la Esperanza y en los ciriales de los penitentes, cuyos ojos lloran con un eterno resplandor y sus corazones rezan devotamente al Cristo del Amor.

Amor de los Amores, devoción y pasión. Antonio Barbero supo plasmar con su gubia en una cruz, el Amor. ¡Cuatro hachones de madera!, dan luz al consumirse la blanca cera que ilumina la senda y la trabajadera. A los sones de tambores y cornetas, procesionan por las calles de la ciudad mi Cristo del Amor y mi Esperanza Bastetana, con la Palabra según San Juan, que llena mi corazón y mi alma.

¡En tus ojos penitente,
brilla un eterno resplandor.
Baza, religiosamente,
reza al Cristo del Amor!


En la tarde de Jueves Santo, las nubes del cielo se desvanecen, unos rayos de sol radiantes acarician tu cara de Amor que florece por primavera como la azucena en el campo, el nenúfar en el agua y el romero en la sierra. Esa misma tarde bastetana, que este año se vuelve a vestir de verde Esperanza cofrade por setenta y cinco veces, sale nuestra Madre a navegar por las calles sanjuaneras y yo soy un privilegiado al verla en singulares balcones de la casa de mis tíos María José y Leandro.

MADRE ESPERANZA

En el barrio moro la Señora,
que al compás de los sones
de tambores y cornetas
sale sobre los corazones.

Suena el cobre de la campana 
en la espadaña del puerto.
Algunos rayos de luz por la bocana
parten hacia mar abierto.

Por las angostas calles 
del barrio de San Juan,
que se mecen como el oleaje en la mar,
va tu palio de esperanza y esmeralda
con el suave mecer de la trabajadera
surcando por las aguas de la tierra.

Con seis varales por banda,
a hombros de los costaleros
que reman bajo la trabajadera,
no corta el mar, sino navega,
¡Mi Señora y Madre Buena!

Ya zarpa hacia mar adentro,
por las aguas navega un palio 
que va parejo y sin estruendo
avanza con un suave meneo,
en oleaje de babor a estribor,
entre las caricias del viento
y la fuerza del amor. 

A barlovento, a sotavento.
Un “llamaor” por timonel,
un contraguía por contramaestre,
un pertiguero por grumete,
un patero por marinero,
un techo por firmamento,
una estrella por cruz de guía,
un capataz por capitán,
al mando de su cofradía,
¡te lleva!, ¡te mece!
por las calles de San Juan.

Es la luz del firmamento,
tu candelería de plata
y las estrellas del cielo.

Por rumbo, la luz de la aurora.
Por velas, tus estandartes.
Por cañones, los jarrones.
Por mascarón, tu blasón.

Y mi Esperanza bajo palio
que va cargado de sueños.
Allá, en el horizonte,
se avista con el catalejo
por sus banderas y estandarte,
y en la mar su reflejo
de castillo, gallardete y arte
como si fuera un espejo.

El galeón de los sueños navega,
surca por las aguas, mar adentro.
Cargada de amor va su vieja bodega;
de ilusión, su mascarón y aparejo.

En la cubierta está la Señora,
que es la reina de mi corazón,
presidiendo el timón de su galeón
con seis jarrones de eslora
y arriada ya tiene la vela mayor.

En el balcón del palacio
se arranca una saeta,
el sonido de la mar,
en la tarde el ocaso 
y nazarenos en penitencia.

¡Leva anclas marinero!
arría la mesana,
que en cinco horas de crucero
sobre su divina peana,
por las calles de Baza
y los corazones en Santa Ana
¡ya navega mi Esperanza!
(Inspirada en las palabras de Carlos Herrera)



La noche ha caído en la ciudad de la Dama. La Plaza Mayor está cubierta por un negro manto iluminado de estrellas. El astrolabio del tiempo ha sido congelado en el campanario. A las once de la noche, se abren las puertas del templo, recogimiento, sobriedad, austeridad, oración, oscuridad, horquillero y madero. El Soberano de Baza, el Cristo de los Méndez, imagen legendaria de antaño hace su aparición en el atrio de la Colegiata. Una leyenda te acompaña, Señor de los Méndez, cuando apareciste en esa casa bastetana. 

En las proximidades de la noche, cuando enmudecen las campanas en el pináculo, el tiempo se para y la luz se apaga porque sale el Cristo de los Méndez, talla de Martínez Olalla, a procesionar por las calles de Baza. Nuestra Madre Esperanza lo recibe en la plaza, mientras la ciudad permanece callada, silente, sólo se oyen los sones de cornetas y tambores en la banda “María Inmaculada” de Caniles que acompaña, como si fueran de plata los añafiles para recibir al Rey de Reyes. Mi Señor de los Méndez se alza sobre los brazos de sus horquilleros y su paso de caoba, obra de don Esteban Jiménez, para saludar a su Madre Esperanza, bajo la Real Corona de España.

Mi Señor de los Méndez, que por las calles de la ciudad avanza, siendo el viejo palacio su testigo y la alameda su camino, con una treintena de horquilleros, jóvenes y veteranos, atentos a las instrucciones de Manolo, su jefe y capataz. Como si fueran la centuria romana, el relevo custodia el paso que procesiona al Cristo del Madero, al de la leyenda y milagros, al soberano de Baza, al Cristo de los Méndez.

En cielo abierto,
tiene la noche estrellada
una luz de la luna llena,
que nos alumbra en la tiniebla
para poder seguir a esas dos lucernas,
que acompañan a la estrella polar,
la rosa de los vientos que es vigía
de esta Real Cofradía: ¡su bendita Cruz de Guía!.

Acompañando al cortejo, de negro luto y sobrio duelo, van las mujeres con mantilla, que, como si de las tres Marías se trataran, lloran a Cristo muerto en la Cruz, iluminando su senda y destino con esas luciérnagas de luz en que se convierten las llamas de sus velas. Elena, María José, Ana Castro, Ana Medina, Teresa, Gemma; a pesar de la fría noche bastetana, al calor de vuestros corazones y el rezo de una oración callada:

Puesto en alto, Jesús crucificado
es fuego de cinco resplandores:
el primero es perdón a malhechores,
el segundo, oración al Padre amado,
el tercero es limpieza de pecados,
el cuarto es la paciencia en sus dolores,
el quinto, la expresión de sus amores,
que brotan como ríos del costado.
Enciéndeme, Jesús, en este fuego,
adéntrame, Señor, en esta llama,
quema mis impurezas, mis apegos,
y prepara una pira con mis ramas.
A Ti, fuego divino, yo me entrego,
y sea en adelante brasa que ama.
(Rafael Prieto)


El reloj vuelve a poner en hora el corazón cofrade: con tu leyenda nace la ‘madrugá’ bastetana. Tus horquilleros te acercan hasta el callejón, antiguo zaguán: Baza, te espera. La madera hizo el resto, en su delicada fragilidad se encarnó la grandeza de un Dios. Calle Zapatería, zaguán de la casa de los Méndez-Pardo, noche bastetana.


¡Allí fue el milagro!

Por el madero venimos.
El madero os dejamos.

Gubias en manos de ángeles,
rostro de un Dios cercano.
No quiso dejaros solos,
siempre os ofrece su mano.

Por el madero venimos.
El madero os dejamos.

La luz de Dios se hizo signo,
yo era esclavo y me hizo hermano.
La voz de Dios se hizo trueno
y cambió nuestro ser pagano.

Por el madero venimos.
El madero os dejamos.

Con la Madre le seguimos,
meta del amor mariano.
Con cada hermano queremos
ser de su viña hortelano.

¡Por este madero venimos!
¡Y este madero os dejamos!
(Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz)

El tiempo ha pasado: ¡consummatum est! Mi Dios Crucificado, mi Cristo de los Méndez, el que por sus dominios avanza como soberano que es de Baza, se dirige hacia la Colegiata. 

Haciendo estación de penitencia se encuentra su cofradía, con el rezo de la oración que Él mismo nos enseñó en el contexto de la Montaña, poco a poco, paulatinamente, va desapareciendo de nuestra vista la cofradía una vez que va traspasando los umbrales de la puerta de la que fue sede primada de la antigua abadía. 

Y así, el cielo de la noche bastetana se cierra, las estrellas, poco a poco, se van apagando y la luna desaparece porque el cielo se ha nublado al saber que su soberano, mi Cristo del Madero, ya se halla en la Colegiata y su gran pórtico cerrado. 

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