jueves, 24 de enero de 2019

"Soy cofrade, ¡y a mucha honra!", artículo de opinión de Juan Antonio Díaz


Soy cofrade, ¡y a mucha honra! He querido comenzar con esta afirmación, que no confesión, porque, entre muchas otras cosas, es lo que soy. En la preciosa villa de Caniles nací, hace treinta y dos años, en el seno de una humilde familia cristiana, católica, apostólica, romana y cofrade –permítame el amable lector que enfatice esta palabra al escribirla con letras capitales−, y me siento muy orgulloso de ello. 


Sin embargo, no me deja de sorprender que, ni habiendo comenzado la Cuaresma todavía, ya empecemos a oír hablar de la Semana Santa y del universo cofrade en todos los medios de comunicación, regionales y nacionales. Y, como no podía ser de otra manera, se hable para mal. De todos es conocido y sabido que se está hablando acerca de unas opiniones vertidas hace unos cuantos años por la nueva y flamante Consejera de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, Rocío Ruiz (C’s), que cuanto menos, son muy discutibles y faltan al respeto a la mayoría de los andaluces y andaluzas, puesto que los cofrades en esta maravillosa tierra que es Andalucía, somos la inmensa mayoría de la población. 

Decía en aquel artículo la Señora Ruiz al respecto: "La Semana Santa es un desfile de vanidad y rancio populismo". En el artículo también se planteaba el siguiente interrogante: “¿Cómo es posible que la gente que se 'autocalifica de cofrade' siga rezumando odio por los cuatro costados'?”. De la misma manera aseguraba que “abundan cofrades que sólo acuden para vestirse de nazarenos un día o dos al año, y todo el tiempo restante pasan de Dios, de la Iglesia y hasta de los cultos de su propia cofradía.”

Sin lugar a dudas, unas opiniones muy desafortunadas –y digo muy desafortunadas porque en nada se ajustan a la realidad del universo cofrade− llenas de absurdos tópicos carentes de fundamento alguno y argumentación que sea creíble. Dichas opiniones fueron publicadas en el ya desaparecido “El Periódico de Huelva”. Opiniones que son fruto del más total y absoluto desconocimiento de la realidad cofrade andaluza y española. 

La Semana Santa, aparte de ser la celebración religiosa más importante de todo el calendario cristiano, nada más que por eso debería de ser respetada por toda la ciudadanía de este país, puesto que España es un país aconfesional, que no laico, mayoritariamente católico; es un motor económico fundamental para el sector terciario, sobre todo, en Andalucía. Todas las capitales de provincias, principales localidades y ciudades andaluzas cuelgan el cartel de ‘completo’ en sus alojamientos hoteleros. Muchos bares, mesones, tabernas y restaurantes ven multiplicada de una forma exponencial la clientela que reciben durante la Semana Mayor. Por no detenernos ahora a hablar –nos harían falta páginas y páginas− de todos los negocios que giran en torno al  mundo cofrade: imaginería, artesanía, cerería, sastrería, talleres de bordado, orfebrería, ebanistería…, todo un verdadero motor económico que impulsa a la dignificación del Arte, como el digno y respetable trabajo y oficio que es. También podríamos hablar de la inconmensurable labor social que realizan las cofradías durante todo el año, ayudando a Cáritas, también a las labores misioneras en países desfavorecidos, a los asilos, hospicios, comedores sociales y centros de beneficencia que la Iglesia Católica tiene distribuidos por toda España. Para que luego nos digan a los cofrades que “rezumamos odio por los cuatro costados”.

Por último, me gustaría comentar el arraigo popular, el valor inmaterial, el patrimonio artístico –cuando vemos un paso de misterio o de palio en cuyo calvario o peana se encuentran ubicadas, listas para procesionar y hacer estación de penitencia, obras de Mora, Risueño, Salzillo, Martínez Montañés, Mena, Alonso Cano, Diego de Siloé…, la lista sería interminable−, el interés turístico, el valor antropológico, el ser de una sociedad, en el caso que nos ocupa la andaluza, es decir, la génesis cofrade. Y, cómo no, lo más importante de todo, los sentimientos religiosos de cada cual, que pertenecen al patrimonio más íntimo e inalienable de cada persona, y que tenemos el derecho de mostrar públicamente por las calles de nuestra Andalucía y de nuestra España. 

Si la Señora Ruiz, aunque ahora mediante un tuit −debido a su recién estrenada responsabilidad política−, se haya retractado públicamente de su opinión vertida hace unos años, siguiera pensando de las procesiones y de los cofrades andaluces lo que con sus propias palabras publicó hace unos años: “Son una exitosa puesta en escena turística y una penosa demostración de la necesidad que tiene la gente de ‘pan y circo’. Un entretenimiento de la plebe, devotos que confunden la religión con el protagonismo. Tribuna, escaparate, hoguera de las vanidades.” Poco más se puede esperar de una Consejera que despreció a nuestra génesis cofrade, que conforma una gran parte de nuestra idiosincrasia andaluza, a nuestro ser cofrade, a nuestro ser cristiano y nuestros valores católicos. 






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